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jueves, 13 de septiembre de 2012

LA CAJA DE PANDORA

La caja de Pandora. Tenemos la suerte, los que vivimos en esta piel de toro, de que siempre, siempre, nos crecen los enanos.
Ayer eran los romanos, con su lengua e imperio, luego vinieron árabes sureños, cruzados justicieros, nobles de medio pelo, reyes sol, dictadores de todo a cien y, por último, demócratas de “toda la vida”.
Unos y otros, otros y unos, todos ellos, se han dedicado en cuerpo y alma a joder a la mal llamada “mayoría silenciosa” y, vulgarmente, pueblo llano.
De tarde en tarde y a jarreones, la piel de toro se ha convertido en piel de cabrones y nos hemos tirado al monte. Todo lo hemos arreglado a mamporrazos y cachiporrazos: vecinos contra vecinos, aldeas contra aldeas, pueblos contra pueblos, ideas contra ideas…
Ahora, en plena crisis económica y de valores, volvemos a desenterrar nuestras “rencillas eternas” y, para regocijo de nuestros paisanos europeos, comenzar a tirarnos los tiestos a la cabeza: que si yo trabajo para que tu holgazanees, que si tu vives mejor que nadie, que si pitos, que si flautas, cualquier cosa con tal de enarbolar de nuevo las banderías rancias y eternas.
Vuelta a la diáspora nacional cuando el mundo entero se globaliza, cuando hasta para comprar o vender un alfiler, es necesario consultar la bolsa de China o el mercado de Tokio. Y nosotros, cerriles, masoquistas, nacionalistas de todos los colores, seguimos con lo de “galgos o podencos”.
Bueno, pues por lo menos esta vez, conmigo que no cuenten. Yo me bajo de este tren cargado de energúmenos y mastuerzos. Que no me llamen para que defienda tal bandera o tal idea. Ahora, a mi edad y con lo que ya he vivido, he llegado a comprender que nada, absolutamente nada, merece la pena defenderlo “hasta la muerte”. Ideas, colores, verdades, pasiones, todo se lo lleva el viento. Solo algo perdura desde que el hombre es hombre: el “ haz bien y no mires a quien”.