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domingo, 19 de abril de 2009

La casita de papel.


La casita de papel.

Érase una vez un país que tenia muchas ganas de sentirse rico, de volver a ser importante en el contexto mundial. Sus políticos, aupados por las masas ávidas de “riquezas”, buscaban la piedra filosofal que transformara este país maltrecho por haber vivido aislado y atrasado secularmente, en una de las G-7, o G-20 del mundo mundial.
Durante una década y media, nos fuimos subiendo a todos los carros que nos aupaban al sueño “G”, sin importarnos el futuro a medio y largo plazo. Dejamos atrás nuestros ideales juveniles para enrolarnos ciegamente en el consumismo mas voraz y en el “todo vale” si podemos producir-comprar-consumir-derrochar-comprar.
¡Ya no existen izquierdas ni derechas ¡ ¡Ya no existe nada mas que capitalismo puro y duro¡
Todo un patrimonio cultural-social-político se despilfarró y arrinconó en aras del desenfreno económico-productivo.
En ese país, por encima de cualquier otro proyecto, primó el ladrillo y la especulación más atroz que se haya visto en su historia. Y no fueron las grandes fortunas las que encabezaron en exclusividad este movimiento, también las clases medias, altas y bajas, jugaron a la ruleta de la especulación, el duplicar los ahorros en pocos meses y vuelta a duplicar, en una carrera por el “a ver quien gana más en menos tiempo”.
Otras familias, asustadas por el incremento sin freno del precio de las viviendas, no dudaron en emprestarse hasta las cejas para comprarse su vivienda habitual, su casita en el campo o su apartamento en la playa mas cercana, antes de que la cosa llegara a mayores.
Los gobiernos de turno, frotándose las manos por la reducción del paro, por las alabanzas que recibían del exterior, a propósito del bum económico nacional, solamente muy de tarde en tarde, y “con la boca chica”, avisaban del peligro del pinchazo del globo inmobiliario.
Desgraciadamente a ese país, un otoño frió y lluvioso, se le juntaron “el hambre con las ganas de comer”. El globito inmobiliario se le pinchó, al mismo tiempo que se hundían las economías de su alrededor. La casita de papel se la llevó el viento de un plumazo.

Propuestas de futuro:
Modestamente apuesto por el control del mercado de todos aquellos productos que tengan un valor estratégico-social importante. El suelo, la vivienda, las energías, entre otros.
Las viviendas ya construidas o en proceso, podrían ser adquiridas o finalizadas con dinero público (aunque no se hasta donde puede llegar la maquinita de hacer “papel”), puestas a disposición de la ciudadanía a precio razonable y bajo un claro control oficial.
Las segundas o terceras viviendas que permanezcan cerradas, durante x tiempo, deberían ser penadas con un impuesto especial, que animara a sus propietarios, al alquiler o venta. Lo mismo que los solares en las ciudades y pueblos que, esperando “mejores tiempos”, no se edifiquen.
Para los políticos exigimos que “se mojen” claramente, aún a costa de un puñado de votos, en legislar, vigilar y sancionar, en tantos y tantos casos de corrupción “legal” que se han producido en base a la “libertad de mercado” y la “libre competencia”, amparada en una legislación laxa y una vigilancia “ciega”.

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